Historia
La historia del café es una mezcla de novela y ciencia económica, donde la bebida ha sido considerada desde elixir para filósofos hasta “un invento de satanás”
El largo camino del café empezó en las montañas y altillanuras de Etiopía, el hogar original de la planta co ea arabica. Los primeros escritos datan del siglo X, y en ellos se caracteriza como medicina, preparada como una infusión de cerezas de café en agua caliente que se recomendaba para diferentes enfermedades.
Fue solo 500 años después, cuando el café logró llegar a Yemen en el siglo XV y logró evolucionar en su preparación hasta llegar a la bebida negra que conocemos, extraída de la semilla tostada de la fruta del café. Se cree que los primeros en prepararla así fueron los monjes sufíes, quienes la usaban para poder permanecer despiertos durante sus rezos nocturnos.
Desde el puerto de Mocha, en Yemen, el café empezó un largo trayecto de difusión por el mundo árabe, manteniéndose muy cercano a la cultura Sufí. Se popularizó en La Meca, un centro espiritual y comercial importante, como también en El Cairo, Damasco y Baghdad entre otras ciudades. En el mundo árabe el “vino de Arabia” se volvió una popular alternativa, ya que las bebidas alcohólicas estaban prohibidas por la religión musulmana.
En el siglo XVI, esta bebida se esparció de forma rápida por el Imperio otomano, que en ese entonces también estaba en el proceso de expandir su control desde el norte de África hasta Turquía, pasando por Siria y la mayor parte del mundo árabe. Las tiendas de café que fueron abriendo sus puertas por el Imperio, pronto se convirtieron en centros intelectuales y culturales vibrantes, rápidamente haciendo parte fundamental de la vida otomana.
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El arribo a Europa
El café llegó a Europa por múltipes rutas: por tierra, atravesando el gran Imperio otomano y por mar, llegando a Venecia desde los puertos del norte de África. Venecia rápidamente se convirtió en el centro europeo para el comercio del café, y fue allí donde se fundaron las primeras tiendas de café en el continente europeo en el siglo XVI.
Esta bebida novedosa y energizante fue recibida con entusiasmo gigantesco y a la vez con gran sospecha. Incluso fue designada por algunos como el “invento amargo de Satanás”. El papa Clemente VIII intervino al probar la bebida directamente, y otorgarle su aprobación a principios del siglo XVII.
Las tiendas de café europeas empezaron a abrir sus puertas en Viena, Londres, Hamburgo y París a mitad de ese siglo. Conocidas por las conversaciones estimulantes que allí surgían, estos cafés se convirtieron en las o cinas de lósofos y revolucionarios, como Diderot, Rousseau y Voltaire. ¡Este último se ufanaba de tomar hasta 4 tazas de café al día! Adicionalmente, por razones nacionalistas, las colonias inglesas en América dejaron de tomar té y se pasaron para café justo antes de la revolución. Esto fue el comienzo del consumo en el país que hasta el día de hoy es el mercado más importante para este producto.
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El camino hacia un Nuevo Mundo
Los europeos difrutaban tanto del café, que muchos países buscaron controlar la producción del mismo, ensayando y fracasando en sus cultivos en Europa. Los holandeses fueron pioneros, al llevar la semilla a su colonia de Java, en el siglo XVIII.
Las primeras plantas llegaron al Nuevo Mundo en 1720 en manos del oficial naval francés Gabriel de Clieu, quien ambicionaba poder competir con las plantaciones holandesas. En el largo camino hasta América, de Clieu cuidó una sola planta pequeña de café, cediéndole parte de su ración de agua para que pudiera sobrevivir. Esta planta muy pronto produjo la semilla su ciente para que el café iniciara su colonización del Nuevo Mundo, empezando por Martinica, Guadalupe, Santo Domingo y luego propagándose por el resto de América.
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Sus comienzos en Colombia
Desde las costas de Martinica, las plantas de café hicieron el viaje hasta Suramérica y llegaron a Colombia. Aunque a nales del siglo XIX el café alcanzó algo de popularidad en el país, fue en el siglo XX, después de un alza considerable de los precios internacionales al nal de la primera guerra mundial, cuando el café se convirtió en la principal actividad económica del país.
A pesar de los obstáculos ocasionados por una infraestructura precaria y una geografía montañosa, los cultivos y la exportación del producto crecieron rápidamente. El café colombiano se ganó la reputación de tener un mejor aroma que el brasileño, pues al ser cultivado a mayor altura y procesado de forma “lavada” en vez de ser secado con su propia cereza, como ocurría en otros países productores, sus propiedades aromáticas se potenciaban.
Hacia la mitad del siglo XX, el café se había convertido en el principal producto de exportación de Colombia, y la fuente de empleo más importante. Aunque ahora el café no tiene esta misma importancia para la economía del país, sigue involucrando a más de 500,000 familias productoras y emplea, de forma directa o indirecta, a una de cada tres personas del campo colombiano.
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