Como todos los productores pequeños, medianos y grandes del país, nuestra empresa pasó muchos años siendo afectada por la montaña rusa del precio internacional del café: nos tocó invertir en nuestros cultivos sin saber a qué precio venderíamos. Había años de vacas acas y años de vacas gordas, siendo los primeros más comunes que los segundos. Le vendíamos nuestro café a un exportador grande, y no teníamos idea ni qué calidad sensorial tenía nuestro producto, ni en manos de quién terminaba, ni a qué precio. Mejor dicho, no podíamos agregarle valor ni recibir un precio justo que hiciera nuestro esfuerzo sostenible.
Después de empezar a comercializar nuestro café directamente con tostadores e importadores de todo el mundo, y lograr acceder a una cadena de comercio justo y sostenible que reconocía la calidad, vimos que había una gran oportunidad para ayudar a miles de ca cultores pequeños a hacer lo mismo. Hoy en día trabajamos con más de 600 productores en diferentes regiones del país donde se producen cafés de alta calidad. Con ellos establecimos cadenas de comercialización transparentes, donde nuestro margen de comercialización es claro y el valor agregado por calidad va directamente al productor. Los sobreprecios (comparados con el precio de mercado) que pagamos por estos cafés van desde el 30% hasta el 300% dependiendo del puntaje y volumen del café. También los apoyamos con asistencia técnica para que sigan mejorando su calidad. Queremos que los ca cultores y sus familias vean en el café un negocio rentable, digno, y no solo una forma de sobrevivir. Si no logramos que las nuevas generaciones de ca cultores se queden en su nca y las hagan rentables (la edad promedio del ca cultor está alrededor de 55 años), perderemos esta gran tradición en una o dos generaciones